En Valle de la Pascua aún entierran a los difuntos que tienen Bóvedas, está es la historia de Carmelita Marrero una Llanera a quien le gustaban mucho las flores que cultivaba en su bello jardín, antes de morir pidió que en su tumba nunca les faltarán flores como las: Gardenias, Rosas, Hortencias, CAYENAS y otras. Sus hijos y nietos habían dejado su pueblo natal, habían partido a otras tierras en busca de progreso. Desde que la enterraron nadie había venido a visitarla, su tumba lucía llena de maleza, deteriorada, perdida en aquel lúgubre lugar. Al caer la noche comenzó su espíritu a deambular por el cementerio, observaba como otras tumbas lucían limpias y con flores colocadas en floreros de plástico. La tristeza la invadió, veía otros espíritus deambular cerca de ella, pero sentía temor de ellos a pesar de ser una más de aquel callado y solitario lugar. Una mañana se sorprendió al verse en el lugar, cerca de ella un entierro se llevaba a cabo, los familiares del difunto lloraban desconsoladamente esto la conmovió, pudo ver el espíritu del niño muerto que calladito también veía a sus padres y familiares sufriendo. Todos se fueron y al partir dejaron muchas coronas, tenían flores de colores variados y de manera increíble podía percibir su fragancia. Trato de consolar al pequeño y le contó historias bonitas, como lo hacía con sus hijos y nietos. Esa tarde fue distinta y sintió mucha paz, los siguientes días vino mucha gente a visitar al pequeño, alguien noto lo abandonada de su tumba y de manera piadosa la mando a limpiar y ha sembrarla con grama y flores propias del clima llanero. Desde entonces Carmelita está tranquila, el niño ya no está, al parecer su espíritu fue a otro lugar.
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