Don Cola lo encontró una mañana en el caño, estaba muy pequeño y al parecer la madre lo abandonó a merced de la culebra de agua y de los BABOS. El viejo dice que sintió lástima, bajo de su caballito y lo recogió poniéndolo dentro de su sombrero. De eso hace ya algún tiempo, cada mañana se lo llevaba al corral de ordenó y lo soltaba a su suerte, el chigüirito se dio cuenta que debía esquivar las patas de las vacas, si lo pisaban moriría de seguro, pero eso no sucedió y don Escolastico lo acostumbró a beber la leche de una perola que el le llenaba, tanto en las mañanas como en las tardes. Así día tras día fue creciendo y haciéndose fuerte, a veces se pierde y el viejo le silba, ahí mismito el roedor le responde con un graznido y corre donde el. Se la pasa sumergido en la orilla de la lagunita del patio, atento a los peligros que le acechan y pendiente de su protector don Escolastico. Es más fiel que un perro y siquiera verlo bravo, haga como que zarandea al viejo, de inmediato te embiste y busca morderte. En las tardes el doncito se acuesta a reposar en su chinchorrito, debajo de el también lo hace el CHIGUIRE LECHERO. Ahora si es verdad que nos acomodados por aquí en estos montes de Dios. Donde ocurren cosas que si usted las cuenta, pocos las creerán.

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