EL CHUPASANGRE

 Este relato me llegó desde Mantecal estado Apure de Manuel Pita un fiel lector de mis historias. Cuenta Manuel que el junto a sus 6 hermanos heredaron un fundito de sus padres ya difuntos, son casi 300 hectáreas que ellos utilizan para sembrar y también para la cría de ganado bovino con doble propósito. Resulta que en 1985 cuenta el pariente le comenzaron a aparecer hasta 4 reses muertas, alarmados pensaron que la fiebre aftosa era la culpable de dichas muertes y de inmediato trajeron a su veterinario de confianza; este vino y reviso las vacas muertas y lo único curioso que encontró fue que los cuerpos de los animales no tenían ni una gota de sangre en sus organismos. Esto los lleno de confusión y se corrió la voz rápidamente entre los vecinos y cada quien saco su propia conclusión: unos decían que era el Silbón, otros que era la llorona, otros el hachador y el viejo Alfonso esgrimió el nombre del Chupa Sangre, un animal que se aparecía de tiempo en tiempo por esas llanuras lejanas y se alimentaba de la sangre de mujeres, niños y animales; lo curioso es que dicen que es un ser vivo y no un ESPANTO y que ataca siempre en la oscuridad de las noches y madrugadas. Manuel y sus hermanos decidieron vigilar de noche cada POTRERO y por supuesto armados,  por si acaso el bicho los atacaba a ellos o a sus animales, esa noche no observaron nada extraño, pero al amanecer cuenta Manuel que aparecieron 2 reses patas arriba con huecos en sus pescuezo y ninguna tenía nada de sangre; el miedo y la impotencia se apoderó de ellos y de inmediato recorrieron palmo a palmo sus tierras tras un rastro o una pista que los llevará hasta el animal que mataba sus reses y succionaba toda su sangre. De tanto andar encontraron una línea de alambres rota y con mucho pelaje negro y grueso y unas huellas de patas grandes, que no sabían a que animal pertenecía, entonces decidieron irse y regresar de noche tarde, eso sí armados y dispuestos a enfrentar al Chupa Sangre o bestia salvaje. Esa noche los 6 hermanos a caballo y con bacula en manos, además de grandes linternas, esperaron en silencio y cada uno ubicado enfocando hacía el rastro, escucharon los ruidos que los alertaron y de inmediato alumbraron hacía donde venían los ruidos y gruñidos, quedaron perplejos al ver una figura mucho más grande que un perro, tenía cuatro patas, pelaje oscuro y gruñia pelando grandes dientes y colmillos, de inmediato los hermanos dispararon y el animal huyó por donde vino ; cuenta Manuel que la bestia ahuyaba dolorosamente y aunque lo siguieron no pudieron encontrarlo ni herido ni muerto. Alumbraron un rastro de sangre que daba hacía las montañas vírgenes y decidieron regresar a casa, desde entonces más nunca atacó a los animales ni se supo a ciencia cierta que animal fue el causante de aquellos ataques.


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