Esto sucedió en Guasdualito, Era agosto y ya el maíz estaba en punto para las deliciosas cachapas. En el fundo de la familia Barrera, ese año habían sembrado más de cien hectáreas de maíz blanco y otras tantas de sorgo. De repente comenzaron aparecer en aquellos cielos inmensas bandadas de pericos caras sucias, destrozando los conucos y acabando con los maizales. Don Pedro junto a sus hijos le disparaban plomo pajarero, pero al parecer las aves eran por miles y no le temían a los disparos. Entonces se les ocurrió hacer varios Espanta Pájaros grandes y colocarlos en medio del maíz. Cuenta el doncito que hicieron más de diez muñecos y los colocaron lo más altos posibles, para asustar aquellas hambrientas bandadas. La cuestión fue que a uno de los muñecos les pusieron las ropas de don Eufracio, un viejo ordeñador que recién había muerto de una diarrea. Bueno los pericos de apoco se fueron alejando de aquellos sembradíos, pero los vecinos y gente que pasaba cerca del fundo comenzaron a murmurar en el pueblo. Un Espanta Pájaros anda cerca del camino dando zancadas y asustando tanto animales, como a Cristianos vivos. Al principio todos pensaron era alguien con un disfraz, pero luego se les apareció una madrugada tumbándoles la puerta de la casa de los Barrera. El don y los muchachos, baculas y machetes en mano salieron y lo persiguieron, el Aparato se escabullía entre el maizal que era inmenso y por más que trataron no pudieron dar con el. Al otro día cuenta Juliancito el hijo mayor, recogieron los diez muñecos que habían colocado en distintos potreros. Los amontonaron en el corral de ordeño y los rociaron con gasolina prendiéndoles candela, mire primo cuentan los ahí presentes, que uno de los muñecos comenzó a revolverse entre aquel gran candelero y según, pegaba unos gritos de dolor que se podían escuchar en todo Guasdualito. La gente del pueblo y que vinieron a presenciar aquella extraña y sobrenatural situación, el padre Eufemio trajo salvia y agua bendita la cual rego por garrafas al Espanta Pájaros que tenía puesta la ropa del difunto ordeñador. Al poco rato ya consumida las ropas por el fuego el muñeco se aquieto, quedando achicharrado vuelto carbón.


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