Contaba mi abuelo Eugenio, que en los lados de los leoncitos caserío de Tinaquillo en Cojedes. El fantasma del tirano Aguirre los atormentaba en el mes de Marzo justo antes de la semana Santa, eran tiempos donde la sequía azotaba las montañas y sábanas cojedeñas. Las manadas de zorros rabiosos, pasaban de noche por las calles vacías, los lugareños despertaban asustados con los aullidos de perros desvelados y el Cabildeo del ganado nervioso. Como si fuera poco el león de montaña rondaba los alrededores, olfateando las mujeres embarazadas que eran su bocado preferido. En la pulpería de mi abuelo llegaban clientes de pueblos vecinos, en busca de ganado, aves y mercancía para la venta y el trueque. La noche los sorprendía y debían colgar sus chinchorros, en los horcones del viejo caney con techo de Palma. A media noche el espectro subía a los techos de zinc, golpeándolos con fuerza y tumbando todo a su paso y azotaba los chinchorros de los visitantes arrojándolos a tierra. Los ancianos colocaban velas encendidas y vasos con agua en las puertas de sus viviendas, para calmar al terrible fantasma, al parecer arrepentido y atormentado por haber asesinado a su única hija, con sus propias manos. El fantasma del tirano aún sigue perdido por lo malo que fue en vida, eso lo comentan los llaneros viejos conocedores de su terrible historia.
 


 
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