Esa tardecita el coplero Javier venía de regreso del hato cunavichito, entre sábanas Guárico Apureñas. Venia casi atarrillado de cabalgar todo el día de regreso a Calabozo, en el camino se encontró un destartalado rancho, de cuyo interior salía humo y un olor a café recién colado. Desmonto y saludo en voz alta ¡ Buenas Tardes¡ desde adentro una voz femenina le respondió ¡ Buenas noches!  Era una mujer alta la que lo recibía, tenía la cabellera muy larga y oscura, el coplero Javier le dio la mano presentándose y un escalofrío recorrió su cuerpo, la mujer dio media vuelta entrando a la casita y saliendo con un pocillo de humeante tinto. Le pregunto si tenía hambre y el le respondió que traía las tripas estragadas, de tanto aguardiente y no le caería mal echarles algo.la mujer le trajo un plato de peltre con frijoles y bollos de maíz, mientras comía trataba de sacarle conversación pero ella al parecer no le interesaba, luego le pidió permiso para colgar su chinchorro en los horcones del viejo caney, ella asintió con la cabeza y entro al rancho apagando el fogón en silencio, paso un carrao con su canto lastimero y la oscuridad inundó el lugar. Javier cayó muerto de cansancio y en plena madrugada, una pesadilla horrible se apoderó de sus sueños. Una horrible figura lo ahorcaba, mientras le introducía en su boca una larga y nauseabunda lengua que trataba de bajar por su garganta y absorber sus fluidos. El coplero despertó de repente y sintió como la dueña de la humilde vivienda,  trataba de sofocarlo con sus manos apretando su cuello. De un empujón la arrojo fuera del chinchorro, mientras la mujer crecía a casi 3 metros de altura y le gritaba improperios : toma machito, lanzándole golpes y manotazos, pa que aprendas a respetar a las mujeres y no sigas burlándote de ellas mal hombre. El coplero de inmediato tomo su crucifijo y comenzó a lanzar coplas al derecho y al revés, mientras esquivaba los golpes de la sayona. Santo Cristo de mi llano...aléjame esta sayona...este demonio tan feo...se parece a la gritona...San Miguel Arcángel bendito...con tu escudo y tu puñal...defiéndeme del ESPANTO...porque me quiere llevar...Santa Rosalía Guariqueña...yo te quiero encomendar...que la espantes del camino...se la lleve el tremedal. Dicha está última frase la endemoniada mujer salió gritando y huyendo con rumbo a sábanas Apureñas. El coplero Javier espero a que amaneciera, luego monto en su caballo y siguió su rumbo hacía tierras de Calabozo. Atrás quedó el rancho abandonado, en la orilla del camino desierto donde habita aquella extraña mujer a que muchos llaman Sayona.
 


 
1 comentarios:
Excelentes relatos!
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