En La Morita

Estaba la bodeguita de Rosa Elena, Llanera nacida y criada en el lugar, la heredó de su madre al igual que su buena sazón. Pisaba los 40 y continuaba soltera, tenía una libreta donde anotaba los fiaos y continuaba dando ñapas eso sí, luego de una buena compra. Los pretendientes venían de: las mayitas, el jabillo, guaro loco, San Vicente y otros campos cercanos, ella había jurado que el 24 de diciembre se casaría en la Iglesia del pueblo, pero sólo faltaba el novio. Agustín era el que cada día le traía: una auyama, unos aguacates, o pomarrosas y ella lo recibía sin mucho entusiasmo. Crisanto también se babeaban por ella y también le regalaba: un quesito, suero, mantequillita y era rústico y mal hablado. Orangel era el otro muchacho, que venía en bestia desde donde llaman el venado y siempre le traía flores que recolectaba en el camino y siempre le contaba una historia o un chiste que la hacían sonreír. Los había citado a los tres, esa tarde se decidiría por uno de ellos eso sí, matrimonio por civil y luego por la Iglesia. Ese domingo llegaron los pretendientes y cada uno le hizo su ofrecimiento, Agustín le ofreció viajar y disfrutar de la vida libremente, ella de inmediato lo rechazó. Luego Crisanto le ofreció llevarla a su predio y que juntos siguieran trabajando la tierra y hacer mucha plata, ella igualmente le dijo que no . Luego fue el turno de Orangel, que con sus flores en mano, le dijo que no tenía riquezas ni propiedad que ofrecerle, sólo su amor, fidelidad y ganas de luchar junto a ella para hacer una bonita familia. Rosa Elena no tuvo dudas y de inmediato aceptó la propuesta, se casaron aquel 24 de diciembre y aún permanecen juntos, felices y sonriendo luego de tantos años
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