Esa noche el compadre Alfredo nos visitó y mientras saboreábamos un delicioso café, decidió contarnos algunas espeluznantes historias de cuando era funcionario de la Guardia Nacional. Nos contó de cuando estaba destacado  en una alcabala en tazón a la entrada de la gran Caracas. Una noche tarde un conductor se detuvo y les dijo que había observado cuando un autobús,  se había precipitado por un precipicio no tan lejos de dicha alcabala. De inmediato el al mando de una comisión salieron hacía el lugar, supieron donde era por los carros y chóferes que auxiliaban a los heridos, al llegar al borde del precipicio el , y otro guardia lograron llegar más abajo donde el bus yacía destrozado. Cuenta el compadre que linternas en mano lograron alumbrar al interior del vehículo, en busca de sobrevivientes. Lo que vieron les helo la sangre, eran dos criaturas pequeñas de ojos rojos y rostros horribles. Ambas comían los restos de el cadáver de un hombre, ambos guardias se miraron asustados y tuvieron que alejarse del bus porque este se precipitó al fondo del profundo barranco. Luego lo comentaron con algunos de los presentes, varios pasajeros que venían en los primeros asientos, afirmaron que varias personas pequeñas de horrible aspecto,  se le atravesaron al pesado vehículo. Otros aseguraron que habían fallado los frenos, pero no era la primera vez que el compadre había escuchado de esas criaturas.
 
 

 
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