En cierta ocasión recibí una llamada urgente de trabajo y debía estar en caracas a primera hora, por lo que contrate los servicios de mi vecino Gregorio el mismo ha sido chofer durante casi toda su vida. partimos desde zaraza de madrugada y llegue a tiempo, luego decidí regresarme en horas de la tarde y el acepto esperarme, nos vinimos por la carretera nacional y a las 9 pm paramos en el sombrero a beber café y abastecernos de combustible. llovía a cantaros y el aprovecho de referirme algo que le sucedió años atrás: contaba Gregorio que una noche venia de calabozo con unas señoras con destino a valle de la pascua y se le espicho un caucho en la oscura carretera, se detuvo y mientras trataba de cambiar el caucho un doncito se le acerco y se ofreció ayudarlo. el algo sorprendido acepto la ayuda y le dio gracias, luego siguió su camino. en otra ocasión se volvió accidentar en el mismo lugar, y de nuevo el doncito se le apareció y lo ayudo. de paso lo invito a beberse un tintico ahí mismo en su ranchito, el dice que acepto y llegaron a una humilde casita donde una doñita colaba el guarapito. lo bebió y conversaron un rato luego se despidió y se fue. esa carretera hacia calabozo le era muy familiar pues pasaba cada semana por ahí pero siempre de noche; luego se detuvo dos o tres veces mas a beber el rico café de aquella pareja de ancianos. resulta que un domingo le salió un viaje. y decidió comprarle un kilo de café para obsequiar a quienes siempre se lo brindaban. serian las doce del mediodía cuando se detuvo en el lugar de siempre, al acercarse vio un rancho destartalado sin puertas ni ventanas y no lo podía creer se notaba que hacia mucho tiempo estaba deshabitado. el me lo conto y se persigno pues contaba que jamás ni por un segundo dudo de la existencia de aquellos dos amables viejitos y mucho menos que eran espantos. pues no había ninguna otra explicación posible a aquellos curiosos sucesos que a el le ocurrieron siempre en noches oscuras.
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