LA CASA QUE HABLA

Desde pequeños la vieja casa de Maracay se hacia sentir en las noches, y nosotros fuimos creciendo con las ganas de irnos de ahí, pero mi mama nos decía que no temiéramos pues solo eran espíritus que nos visitaban y podíamos oírlos de noche tarde cuando caminaban y oíamos sus pisadas, otras veces eran luces que descendían desde el viejo techo de zinc y bajaban hasta nuestras camas y otras veces sentíamos como si rompieran platos y tazas contra el piso .y a medida que mis hermanos crecieron se marcharon y ya solo éramos tres mi madre y hermano menor y mi persona y en las noches no podía dormir aterrorizado por estos espíritus, cierta vez ya de hombre regrese a visitar a mama y esa noche dormí en el patio bajo techo en una hamaca: esa noche recibí una golpiza y tuve que pedir auxilio a mi viejita que de inmediato se ponía a orar y orar y al otro día al levantarme tenia chichones y morados en todo el cuerpo. En los días finales de vida mi madre cuando venia y me quedaba en la casa acompañándola me contaba de gente que venia a visitarla siempre en su lecho y cuando le preguntaba quienes eran esos visitantes me decía los nombres de personas casi todos familiares y vecinos resulta que en su mayoría eran difuntos. Y luego de su muerte ya no regrese mas nunca hasta el día que nos despedimos de ella pues se había vendido, la vieja casa de santa Rosa en Maracay siempre tuvo vida desde que recuerdo en los cuartos y la sala o la cocina y hasta cuando jugaba sobre el guayabo muchas veces sentí que me soplaba la nuca o las mano, mis hermanos lo vivieron de igual forma y yo sospecho quien era ese espíritu que ahí estaba solo que no tuve el valor de enfrentarlo ni siquiera nombrarlo; quizás los nuevos dueños estén tranquilos pues nada tienen que ver con nosotros y a lo mejor la casa ya dejo de hablar....