LA MUERTE DE JUAN RAMÓN

Ocurrió mientras fumigaba el maíz del manirote,  sin camisa y con la bomba en la espalda de paso con un cigarro en la boca como era su costumbre. Don Rafael Antonio ya lo había regañado días atrás por hacer lo mismo, pero el decía que bicho malo no se muere tan fácil y menos envenenado. Cuenta María la doñita que está encargada de cocinar, que lo vio venir tambaleándose y tosiendo como ahogado y falta de aire, los gritos de ella alertaron a todos que corrieron para auxiliarlo. Le dieron mucha leche recién ordeñada, aceite de comer  el lo vomitaba,  se puso morado,  perdió el conocimiento y de inmediato lo montaron en la toyota y arrancaron con rumbo al pueblo. Pero era junio y el invierno había llegado, al llegar al pequeño riachuelo que en verano está seco, lo encontraron tan lleno de agua que había erosionado todo el paso y no había forma ni manera posible de atravesarlo con la camioneta. Juan Ramón en la batea del carro ya había dejado de respirar y pese a que le dieron respiración boca a boca y le golpeaban el pecho, no reaccionó. Don Rafael Antonio desesperado se los encomendó a los muchachos y paso a nado con mucho trabajo al otro lado del río para buscar ayuda, sin saber que su trabajador ya era difunto. Al llegar a una finca vecina pidió auxilio y trataron nuevamente de volver al lugar y sacar a Juan Ramón, pero confirmaron que no respiraba, ni tenía pulso y su corazón había dejado de latir. Tuvieron que ponerlo en la tierra y cubrirlo con ramas de mata  ratón, mientras esperaban viniese la policía por el cuerpo. Al tercer día lograron rescatar el cadáver y llevarlo al hospital, determinaron que murió envenenado por la sustancia  conque fumigaba y el humo del cigarro. Luego de ese lamentable suceso, todos los que allí estuvieron y presenciaron aquella muerte, aseguran que el espíritu del llanero jacarandoso y chusco anda desandandando tanto en el POTRERO del manirote como en la orilla del río.


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