La Tragavenado

Contaba Doña teodosia la doñita de más edad de la chusmita, caserío cercano a Corozal que en los años 50 una gran culebra aterrorizo no sólo el caserío, si no otros campos vecinos. Según ella, el animal era tan profundo que le calculaba unos 9 metros de largo y era capaz de devorar hombres, mujeres, niños y hasta novillos grandes. Nadie sabía de donde venía ni donde tenía su madriguera, cuenta que la fiera resollaba tan fuerte que la podían escuchar, aún a gran distancia. Siempre se aparecía en verano, cuando se secaba el río, la laguna y los caños, llegaba hambrienta y por aquí más de uno terminó en su estómago. Cuenta que su FINADO esposo Ambrosio una mañana no amaneció en su chinchorro, ella pidió ayuda a gritos a los vecinos, que vinieron armados con peinillas y machetes. Cuentan que la encontraron bajo un topochal, con la barriga abombada y de inmediato supo que había quedado viuda. Los hombres le dieron con todo al animal y este no se movió, los machetes de nada sirvieron y por el contrario se partían en pedazos, sin poder penetrar la piel de la TRAGAVENA. Luego llegó don Apolinar y le disparó justo en la cabeza, pero sólo logró aturdirla y luego huyó del topochal. La bestia siguió atacando todo lo que encontraba, fuera animal o gente. Muchos se fueron de por aquí por miedo a ser devorado, por la gigantesca serpiente, cuando pasaban los remolinos de polvo, la fiera era seguro que venía y montaba las matas en busca de guineos o palomas, si no encontraba nada rugía furiosa y más de una vez lograba tumbar las grandes ramas. Cuando llegaba el invierno el animal se internaba en las montañas, logrando que de nuevo la tranquilidad volviera a la Chusmita. Eso estuvo pasando varios años seguidos, hasta que un día la Gran TRAGAVENA no volvió.

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