El pasado sábado se me ocurrió visitar a Mireya, Una muy querida amiga, la última vez me obsequió con una teta de mango; era verano y hacía mucho calor. Esta vez le lleve un pequeño obsequió que sabía le gustaría: un kilo de café y uno de azúcar. Al poco rato se soltó un palo de agua, que ella uso como pretexto para colar el guayoyito y de repente vi algo que de nuevo me volvió a mi infancia de inmediato, del techo de zinc comenzaron a caer gotas de lluvia que comenzaron a mojar toda la casa, ella al principio apenada y nerviosa trataba de disimular la situación, pero tuve que preguntarle por las ollas y los tobos y peroles para recolectar la aguamenta que nos estaba cayendo encima. Ella ya relajada me daba los peroles y yo los colocaba en todas partes, claro que no eran suficientes pero ni modo teníamos que sentarnos a conversar y ponernos al día. Hubo un momento en que me quedé sólo en la cocina y me puse a ver aquel piso de tierra el techo de zinc el ruido de la lluvia y cerré los ojos mientras aún percibía el olor del café recién colado, en ese momento volví a mi antigua casa materna donde está escena se repetía cada vez que llovía y mi madre me gritaba desde su cuarto me llama y dice "Jaimito corre y pon dos cuchillos en cruz en el patio a ver si escampa" y salía yo corriendo y lo hacía aunque nunca funcionaba siempre lo seguía haciendo, luego por fin conversamos y reímos como en cada ocasión que la visitó al rato escampo y la ayude a recoger la perolera, ella trataba de explicarme lo de las goteras apenada le di un abrazo con ganas de decirle tranquila amiga yo te mandaré a poner un techo nuevo. pero tuve que callar pues jamás le diría tamaña mentira sólo para quedar bien con aquella mujer que siempre me gustó, pero nunca me atreví a decirle. Nos despedimos y ella desde la puerta con el coleto en la mano y toda abochornada sonreía nerviosa, me fui tranquilo lleno de paz y regocijo, por mi amiga de siempre la valiente la guerrera, le pregunte si aún vendía tetas y ella me respondió que si, su olor a frescura a guayaba se fue conmigo y ese besito que rozó nuestros labios me hizo prometerle que volvería pronto.


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