Evaristo Villanueva era el cacique del lugar, por esos años donde las calles del pueblo aún eran de tierra y la luz eléctrica no había llegado aquel lejano pueblo Guariqueño. Cuentan que fue un terrateniente muy cruel con los campesinos, odiaba las leyes a menos que fueran las impuestas por el. Para una semana Santa prohibió que el padre Baltasar diera la misa e hiciera las tradicionales procesiones, además se le ocurrió que a partir del domingo de Ramos pondría una gallera a las puertas de la catedral. Los habitantes del pueblo intentaron revelarse contra el malvado hombre, pero este los mandaba golpear con sus hordas de facinerosos. El sacerdote hablo con las autoridades civiles y militares, pero estas obedecían al despiadado ricachón que se reía y burlaba de todos. El lunes, martes y miércoles la gallera bloqueaba las puertas del templo el jueves y viernes Santo los fieles salieron en procesión y de nuevo fueron agredidos y golpeados por los bandoleros, pagados por Evaristo. La noche del viernes cuando salía el malvado hombre de celebrar en el botiquín, junto a su gente. Se detuvo frente a ellos un enorme Carretón oscuro tirado por 2 caballos negros, conducido por un ser inmenso, todo vestido de negro y con un enorme sombrero. Este, bajando y llevando unas enormes cadenas logró someter a los hombres que maltrataban a la gente buena de Calabozo. Al parecer ese extraño ser logró dominarlos a todos, introduciéndolos en aquel misterioso carruaje y se marchó en medio de la oscura noche. Al día siguiente alguien que desde una ventana había observado todo, conto lo sucedido al terrateniente y a sus cómplices. Ese sábado de nuevo las campanas del templo llamaron a sus feligreses, que otra vez acudieron a expresar la fe y la esperanza.
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