Los Velorios en Maracay #3

 En la década de los 60  había un vecino en mi barrio de nombre Macario, era de muy mal carácter y tenía una bodeguita a la cual ya nadie quería ir,  por el maltrato de este hacía los clientes. Contaban las vecinas que a su pobre mujer, la molía a palos al igual que a sus hijas. Libre Dios si alguien le llevaba la contraria,  de inmediato se ponía Iracundo y le caía a garrotazos a quien fuera: hombre, mujer, muchacho o niño. Resulta que una noche le dio una fuerte puntada en el pecho,  su pobre esposa Silvia salió corriendo casa por casa, pero los vecinos al saber que la ayuda era para el terrible hombre de inmediato se negaban. Lamentablemente esa noche murió Macario, el velorio fue al día siguiente y los vecinos del barrio asistieron en masa. La familia del muerto sabían que lo hacían para acompañarlos y ser solidarios más que por el propio difunto. Esa noche recuerdo que nos repartieron chocolate, galletas de soda con trocitos de queso llanero, café,  luego de media noche, el consume para que los visitantes no se durmieran. Resulta que don Panchito se le ocurrió ponerse en medio del patio a contar cuentos, chistes y por supuesto la gente comenzó primero a sonreír disimuladamente. El hombre al ver que la gente la estaba pasando bien, soltaba cada chiste picante que hacía desternillar de la risa a todo el mundo .Ya nadie recordaba al muerto y la cosa se volvió un relajo, de repente salió la viuda corriendo al patio aterrorizada,  pues Macario se había salido del cajón y pegaba gritos y daba saltos furioso por tantas risas y burlas. Cuando el muerto salió al patio de inmediato comenzó a repartir garrotazos a los presentes, unos salimos huyendo asustados. Pero don Pablo un señor alto y fornido de inmediato le puso la mano de pilón, al descontrolado Macario que de inmediato cayó largo a largo en aquel patio. Luego lo recogieron poniéndolo de nuevo en el ataúd y de inmediato continuó el velorio como si nada. Al otro día fue el entierro,  nadie quiso cargar al mal recordado difunto entonces don Víctor,  tuvo que llevarlo en su carreta tirada de una mula Prieta hasta el cementerio.

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