Cuentos de Velorio #13

SERAPIO REGIO tomaba su turno, oriundo de zaraza y quizás el mayor de todos los cuenta cachos. Buenos días casi, parienticos esto que a continuación les voy a relatar fue real y me sucedió en el cementerio de mi pueblo hace más de 40 años. Resulta que en ese tiempo había fallecido Lucrecia mi primera esposa de un mal del corazón, ese día estaba cumpliendo exactamente un mes de haberla enterrado. yo no la había visitado pues la verdad me dolía mucho y además nunca me han gustado los cementerios. Llegué temprano como a las 8 de la mañana y llegue derechito a la tumba, recuerdo lleve una garrafa con agua y lave los floreritos de aluminio que yo les había mandado a colocar, luego deposite unas florecitas y procedí a rezarle un rato y a conversar como lo hacíamos en casa al poco rato vi que pasó una mujer alta muy elegante y la vi pararse en la tumba de al lado; luego se sentó y me hizo señas que fuera a sentarme en el pequeño banco de cemento que estaba cerca, me despedí de mi mujer y fui a sentarme con la señora que no me quitaba la mirada de encima, me preguntó a quien visitaba y me desahogue contándole mi pena, ella me escuchaba con mucha atención y mientras le contaba yo trataba de detallarla disimuladamente. Cargaba un vestido marrón claro, con un cinturón de hebilla negro .sus zapatos también negros eran de tacón, su cabello castaño brillaba por el sol que comenzaba a calentar, su cara y manos lucían muy pálidas sin maquillaje, pero lo que más llamo mi atención fue su mirada triste, cuando termine de hablar. le pregunte a quien visitaba ? Se me quedo mirando y vi brotar dos lágrimas, luego me hablo de como al morir la familia y los amigos se olvidan de los difuntos, y ni siquiera vienen alguna vez a traerles unas florecitas, o simplemente a conversar como dijo haberme visto hacerlo en la tumba de mi señora. Le pregunté de nuevo a quien visitaba y no me respondió, luego me despedí y me fui a casa, varias veces volví a traer flores y limpiar el montecito y siempre la encontraba sentadita en aquel banco, lo que si notaba era que siempre llevaba el mismo vestido, una mañana fui con mi hija y vi que el banco estaba vacío por lo que decidí acercarme a ver la lápida el nombre y decía: "En memoria de Francisca Arvelaez" al mirar la fotografía incrustada en el mármol quedé estupefacto era la señora que compartía conmigo en aquel banco de cemento...un silencio lleno de tristeza y luego si los aplausos de los que escuchamos la historia.

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