Muere el día en sábanas del Socorro, a lo lejos se ven las últimas bandadas de guiriries bulliciosos. Francisco Hilario monta su tobiano manchado y coge rumbo al parrando en las Pitahayas, fundo de don Miguel Ascanio. A lo lejos se escuchaban los copleros en recio contrapunteo llanero, quería llegar pronto y mostrar su talento como coplero de la sabana, que se inspira en las faenas de cada día, y siempre anda en búsqueda de un amor. Esa noche habían venido muchachas de los pueblos y caseríos vecinos, los ojos se le querían salir viendo tanta mujer hermosa. Se sentó en una mesa con amigos, de inmediato lanzó su mirada a cada rincón del lugar, como buscando lo que no se le ha perdido. De repente anunciaron a un nuevo talento femenino, quien deleitaría a los presentes en la fiesta. Andrea era su nombre, al tomar el micrófono saludo y de inmediato el maestro arpista le dio el pie, la muchacha tenia una voz clara y fuerte pero también muy dulce, Francisco le parecía estar escuchando a un verdadero angelito. Luego el procuro cortejarla con su mirada y al parecer tuvo éxito, pues la muchacha lo miro sonriendo y el de inmediato se le acercó. Se presentaron y conversaron hasta tarde, luego para su sorpresa la muchacha se fue de la reunión. El algo desanimado también agarró camino de regreso a casa, en un recodo del oscuro camino, una voz de mujer lo llamo por su nombre y el de inmediato reconoció la voz de Andrea. Estaba de pie al lado de la capilla de la mujer que había fallecido hacía mucho tiempo atrás, el bajo de la bestia y ahí amanecieron conversando hasta que canto el gallo Pasionario. Luego de eso no la ha visto más, aunque ha preguntado por la muchacha al parecer nadie la conoce en el Socorro. Cada tarde sale en su búsqueda con la esperanza de volverla a ver y declararle su amor.

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